lunes, 16 de septiembre de 2013

Un artista del hambre


Ayer fue el primer día de huelga de hambre. Desayuné un café con leche y un croissant para coger fuerzas de cara a lo que venía. Sé que una huelga de hambre no es cosa fácil, que requiere mucha fuerza de voluntad, así que pensé que lo mejor era estar físicamente fuerte para afrontar el reto.
Hacia el mediodía tenía mucha hambre. Deberían llamar a esto huelga de comer, no huelga de hambre, porque el hambre sí que trabaja, y mucho. No podía dejar de pensar en la comida. Las almóndigas me miraban desde la vitrina de la barra y los guisantes de la guarnición me parecían ojos que me gritaban cómenos Antonio, ríndete. Pero yo soy un hombre de palabra y de principios, y ya que había empezado mi huelga, decidí ser fuerte y continuarla. 
A media tarde comí unas almendras. Cuando íbamos de excursión a la montaña con mis padres, de pequeño, mi madre siempre llevaba una bolsita de frutos secos para recuperar fuerzas a mitad de camino. Después de caminar durante una hora, nos parábamos cerca de una cascada, nos sentábamos en alguna roca y comíamos las almendras o las avellanas de mamá. Luego seguíamos con fuerzas renovadas. Con esa técnica de Boy Scout, de supervivencia, pensé que soportaría mejor lo que quedaba de la primera jornada de huelga de hambre. Y así fue, las almendras me dieron la energía necesaria para continuar aquella tarde, aunque sabía que aún quedaban muchos días por delante. 
Con la puesta de sol, como los vampiros, mi estómago salió de su letargo y comenzó a rugir como un motor diesel de segunda mano. Necesitaba combustible. Pero mi fuerza de voluntad no iba a doblegarse tan fácilmente. Resistiría como un jabato si hacía falta. Quise buscar jabato en wikipedia para ver si describía alguna táctica especial para resistir propia de esos animales tan famosos, pero no tenía conexión a internet, así que desistí. Mi propia creatividad sería suficiente para imitar la resistencia legendaria de los jabatos. Aunque no sé bien lo que es un jabato. He crecido en la ciudad. Me lo imagino como una rata grande o como un cerdo pequeño. Con pezuñas. Peludo. Y con mucha resistencia. Ese soy yo. Un jabato.
No cené nada. Comenzaba a sentir un ligero mareo y la mente estaba más turbia de lo habitual. Las cervezas, con el estómago vacío, sientan mucho peor, todo el mundo lo sabe. A pesar de mi amplia experiencia con el alcohol, creo que con la quinta empezaba a estar borracho, y eso que yo no suelo emborracharme con menos de diez. Ya lo dicen los médicos cuando salen por la televisión, que una huelga de hambre puede provocar todo tipo de síntomas perversos en la salud. Aún así, mi fuerza de voluntad iba a ser implacable, estaba convencido, así que abrí al sexta cerveza seguro de que lo mejor para luchar contra la tentación es mantener las rutinas habituales, en todo momento posible, a pesar de estar en huelga de hambre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario